Whola Lawrenian@s!!!
Hoy traigo al blog una película
que es una auténtica joya: American
Psycho. Vista con el tiempo, no sólo mejora como el buen vino por su
innegable calidad y su propuesta atrevida (para el año 2000), sino que además sirve
para encontrar en la excelente actuación de Christian Bale referencias que a mi parecer relacionan
estrechamente al protagonista de esta historia (Patrick Bateman) con el que años después sería uno de los papeles
más queridos y recordados de este actor: Bruce
Wayne/Batman.
Aunque se estrenó en el 2000, fue
un proyecto que dio muchísimas vueltas desde que en 1992 el productor Edward R. Pressman comprara los
derechos para adaptar al cine la novela homónima del escritor Bret Easton Ellis que fue un rotundo
éxito tras su publicación en el año 1991. Es normal que en este tipo de
producciones los estudios den muchas vueltas hasta por fin dar con el director y
los protagonistas adecuados y, en esta ocasión, no iba a ser menos. Para que os
hagáis una idea de cómo podría haber cambiado la cinta, os digo algunos
candidatos que estuvieron muy cerca de ser elegidos para el papel protagonista:
Johnny Deep, Edward Norton, Leonardo
DiCaprio y Ewan McGregor.
Hay que tener en cuenta que en
aquella época, Christian Bale no era
un actor demasiado famoso, seamos sinceros, no era un reclamo para asistir en masa
al cine a ver la película. Lo más destacable que había hecho hasta entonces (según
mi opinión) era un fantástico papel protagonista en la película El Imperio del Sol de Steven Spielberg, la cual pocas veces
se mencionan cuando hacemos repaso de las mejores películas de este increíble director.
Sin embargo, una vez seleccionada Mary
Harron para dirigir la película, la directora lucho con uñas y dientes para
que Bale interpretara el papel
protagonista. Dieciocho años después de su estreno, estoy convencido que fue la
decisión más acertada en pro de la película.
Y bien, ¿de qué trata la película?
Patrick Bateman (Christian
Bale) es un exitoso ejecutivo de Wall Street (W.E. de aquí en adelante) cuya
única misión en la vida es cultivar su cuerpo (tanto con duros entrenamientos
como con productos químicos) y demostrar a sus compañeros ejecutivos que encaja
perfectamente en ese mundo de lujos y excesos que era el W.E. de los años 80 y
principios de los 90.
Hasta aquí parecería que Bateman es el típico yuppie de los
ochenta comido por los excesos, como ya hemos visto muchas veces en otros
personajes icónicos del cine: Gordon
Gekko (Wall Street), Jordan Belfort
(El lobo de W.E.) o Bob Morton
(Robocop). Sin embargo, aquí Bateman
no se limita pasearse por la oficina, coqueteando con la secretaria (a la que a
aconseja sobre cómo vestir para ser más sexy), reservando mesa en los
restaurantes más exclusivo de Nueva York, vestir ropa de las mejores marcas o
acostarse con modelos como si fueran simples trofeos, premios al final del día
para su divertimento.
Esa es la manera en la que Bateman busca encajar (de cara a la
galería) en esa exclusiva sociedad privilegiada de W.E. pero, en realidad, lo
que le llena, le excita y le completa es utilizar precisamente ese poder que le
otorga su estatus social para por las noches quitarse la careta y cometer los
peores crímenes en su insaciable sed de sangre, convirtiéndolo en un asesino en
serie.
Una de las cosas que quizás hoy juega
en contra de la película es que ya no nos escandalizamos viendo la vida padre
que estos “ladrones de guante blanco” se pegaban sin dar un palo al agua,
viviendo a cuerpo de rey a costa de gente trabajadora pues se creían dioses,
seres místicos por encima del bien y del mal… en resumen, intocables.
El camino ya estaba sembrado
hacía 13 años (1987) por una película maravillosa de Oliver Stone llamada Wall
Street en la que se mostraba con todo lujo de detalles la manera en la que
los brokers jugaban al Monopoly con el dinero de la gente.
Quizás por eso en esta película no
malgastan metraje sobre explicando esa parte oscura de las cloacas de W.E. que
ya estaba explotada en la gran pantalla previamente y deciden ahondar en cómo
una exitoso hombre de negocios como era Patrick
Bateman degenera en un sádico asesino, lo que hace que me pregunte una
cosa: ¿El
monstruo se creó a partir de esa vida de excesos (al sentirse invencible) o ya
estaba ahí de antes, esperando a salir?
Para poder responder a esta
cuestión es imprescindible analizar el increíble trabajo actoral de Bale que
durante los primeros 30 minutos de película construye con miradas toda la
profundidad del personaje. A mi forma de ver, las miradas en este film son lo
que nos dan las claves para entender las motivaciones del personaje principal,
concretamente en las siguientes escenas:
- Al principio, en el restaurante, Bateman busca encajar en su grupo de “amigos” y esto se ve perfectamente en su mirada, trasmitiendo seguridad y confianza vestida de soberbia. Es una mirada que años después reconoceríamos en El Caballero Oscuro cuando Bruce Wayne está cenando con Rachel y con Harvey Dent y Wayne comenta en tono burlón que “nadie ha elegido a Batman”, al cual Dent defiende sentenciando “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano”.
- Cuando en la lavandería pierde los papeles con la dependienta por no poder quitar las manchas de sangre en las lujosas sábanas, la mirada cargada de ira y odio de Bateman muestran esa violencia reprimida del protagonista que está muy cerca de acabar cometiendo un crimen. Afortunadamente (para los dependientes) la situación se relaja cuando entra una amiga de Bateman que amablemente se queda gestionando la situación mientras el protagonista se va corriendo a una comida. Fíjense en esta escena porque hay un momento cuando el protagonista amenaza a la dependienta china con matarla si no se calla la boca, hace unos gestos con las manos que denota su desesperación por no poder controlar la situación… ¿no os recuerda en ese momento un poco al Joker? Son 2 segundos, pero ahí está.
- Cuando estando en la sala de reuniones empiezan a competir a ver quién tiene la tarjeta más lujosa, cuando le enseñan a Bateman la tarjeta de Paul Allen (Jared Leto) y comprueba que es mucho mejor que la suya, carga su mirada de rabia contenida que acaba con ese puño cerrado por la impotencia de no haber podido quedar por encima de sus compañeros, que no deja de ser un nido de víboras.
- El éxtasis del protagonista llega en la escena más recordada de la película e icónica en la historia del cine, cuando Bateman lleva a Paul Allen totalmente borracho a su piso y lo mata a hachazo limpio mientras suena Hip to Be Square de Huey Lewis. Terminado el crimen, Bateman se queda relajado fumando un puro y admirando su obra con la cara llena de sangre. A partir de este momento, el protagonista recurrirá a los servicios de prostitutas para conseguir (a través del sexo) liberar sus más salvajes instintos, convirtiéndolo en un asesino en serie.
Para terminar voy a identificar una serie de conexiones que creo que existen entre Patrick
Bateman y Batman, tal y como indicaba al principio de esta crítica:
- El nombre, quítale una E a nuestro protagonista y ahí tienes a Batman.
- Ambos personajes (Bateman y Wayne) son multimillonarios o tienen, al menos, mucho dinero. Atentos a la foto de Bale con el amigo Trump durante el rodaje de La Leyenda Renace, con motivo de que algunas escenas del edificio Wayne se grabaron en la torre Trump.
- Bateman es un hombre que por el día es una persona y por la noche, es otra. Evidentemente, Batman por las noches se vestía de super héroe para luchar contra el crimen, empleando la fuerza para ello y Bateman, por su parte, se convierte en la encarnación del mal, totalmente desquiciado por su sed de sangre.
Espero que os haya gustado esta crítica y que, si no habéis visto la película, corráis a verla porque merece muchísimo la pena.
Un abrazo Lawrenian@s!
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