Whola Lawrenian@s!!!
Aprovecho que tenemos en cartelera la última entrega de la saga de Rambo (Last Blood) para analizar la película que terminó por catapultar la carrera de Sylvester Stallone tras el increible éxito de Rocky (1976) y Rocky 2 (1979). Ni que decir tiene que este análisis tiene spoilers, voy a destripar la película... pero con cariño 😻.
Hoy en día todo el mundo sabe quién es John Rambo pero cuando se estrenó esta
película en 1982, era un perfecto desconocido, pero eso no fue un impedimento
para que miles de personas se encariñasen rápidamente con ese soldado víctima
de los horrores vividos en la guerra y que sólo buscaba seguir su camino
mientras pensaba en sus cosas sin que nadie le molestase. Lo que mucha gente no
sabe es que nuestro protagonista nació en la novela “Primera Sangre” del
escritor David Morrel, quien
mientras daba clases en la Universidad de Iowa vio que muchos jóvenes que
volvían de la guerra de Vietnam eran incapaces de adaptarse a la vida civil,
padeciendo problemas de concentración, estrés postraumático y dificultades para
controlar la ira. De esta manera nace el personaje de Rambo, un veterano
de guerra que había desempeñado con honores su trabajo en Vietnam pero que al
regresar a casa se encontró con un país que no sólo le despreciaba y le daba la
espalda sino que, además, no le daba opciones para reinsertarse en la sociedad
y ganarse la vida, teniendo casi que mendigar para sobrevivir hasta que choca
con el Sheriff de un pueblo con ganas de tocarle las narices y Rambo se
desata provocando el caos.
La novela es mucho más violenta que esta película, en la
que Rambo (Sylvester Stallone) sobre todo se defiende intentando
provocar el menor daño posible, evitando matar a sus atacantes quienes no
terminan de entender contra quien se están enfrentando. La mejor manera de
resumirlo sería parafraseando al gran Clint Eastwood en Gran Torino:
“¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado?
Ese soy yo...”. En efecto, ese es John Rambo.
La primera imagen de Rambo en la película le vemos alegre por ir a reencontrarse con su
antiguo compañero de Vietnam en ese precioso lugar al lado de un lago pero lo
que encuentra termina por destrozarle: su amigo murió de cáncer por
culpa del gas naranja que les obligaban a usar durante la guerra. Esta escena es muy
importante porque a partir de aquí Rambo
termina de convertirse en una sombra que quiere desvanecerse andando
perdido por esas largas carreteras, ya no tiene pasado pues no tiene familia y
todos sus amigos de la guerra han muerto. Es la primera de muchas críticas que
durante toda la película se hace contra la guerra de Vietnam y contra las
consecuencias psicológicas que ella conllevó para muchos soldados como veremos
al final de la película cuando Rambo
ya no puede más y suelta toda la rabia contenida, frente a su antiguo
coronel Sam Trautman (Richard Crenna,
el único ser querido que le queda), sobre la durísima realidad que se encontró
al volver a Estados Unidos tras la guerra: el desprecio de los americanos,
quienes le insultaban y le impedían reinsertarse en la sociedad como si fuera
un apestado.
Para terminar de comprender esas secuelas que nuestro
protagonista trae de Vietnam, es imprescindible recordar la escena de la celda,
tras ser Rambo detenido por el
sheriff Teasle (Brian Dennehy) por el mero hecho de ir caminando por ese pueblecito
llamado Esperanza (irónico, ¿no?) y negarse a pasar de largo, cuando le
desnudan para darle una ducha y ven las cicatrices que tiene por todo su cuerpo mientras Rambo
revive las torturas a las que era sometido durante la guerra. Lejos de
apiadarse de él, en la comisaría lo humillan y lo muelen a palos por el simple
hecho de poder hacerlo… y porque a uno de ellos, el sargento Gault (Jack Starret) le coge ojeriza y quiere divertirse un poco con ese
“soldadito”.
La película tiene un ritmo trepidante y eso consigue que
el espectador se quede aferrado al asiento. Pensémoslo: en tan sólo 30 minutos
de película ya descubrimos que su amigo ha muerto, tiene el encontronazo con el
sheriff que no para de buscarle las cosquillas, se escapa de la comisaría en
una escena que es pura acción, seguida de una persecución muy bien
coreografiada entre coche y motocicleta, empieza esa búsqueda con perros en
medio del bosque y vemos como Gault trata
de matar a Rambo desde un
helicóptero mientras este desciende por la pared vertical de una montaña,
desobedeciendo a Teastle (“lo quiero
vivo!”) y acabando con la muerte de Gault. Y todavía no sabemos quién demonios es Rambo!
Pero lo descubrimos pronto en otra escena que para mí es
una maravilla porque con cuatro líneas nos presentan perfectamente al personaje
cuando a Teasle le avisan de que ha
llegado información sobre ese soldado: “John Rambo es un veterano de Vietnam, un boina verde, medalla de Honor
del Congreso, un héroe de guerra”. Mientras le van dando la información al
sheriff vemos como a este le cambia la cara como diciendo: “la que he liao, pollito…”. Y como suelen
decir, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra
e incluso tres. La segunda tiene lugar cuando el sheriff continua la que empezó
como una cacería por diversión pero ahora es una venganza personal por haber
matado a su amigo y Rambo les va dando
caza uno a uno en el bosque hasta que finalmente tiene ese cara a cara con Teastle y le dice:
“Les podía haber matado a todos, podía
haberle matado a usted. Usted es la ley en la ciudad pero aquí la ley soy yo.
No insistan, márchense o se verán metidos en una guerra que no olvidarán.
Lárguense!”.
La tercera y última tiene lugar al final del tercer acto
cuando Rambo decide que está harto
de salir huyendo y vuelve al pueblo y lo hace de la manera que menos cabría
esperar que es haciendo saltar por los aires una gasolinera, dejando a oscuras
el pueblo y destrozando la armería. Creo que no hay mejor manera de decir: He
vuelto! Teasle sabe entonces que Rambo va a ir a por él para ajustar
cuentas y, desatendiendo una vez más los consejos de Trautman, sube a la azotea de la comisaria desde donde espera ver a
su enemigo pero lo que ve es cómo su amado pueblo está saltando por los aires
a manos de Rambo.
Hemos hablado de la excelente presentación de Rambo a base de su historial militar en
un rápido titular pero igual de espectacular es la entrada en escena de Trautman en medio del caos que es ese
campamento de campaña montado sobre la marcha tras la paliza que Rambo da a todos los hombres de Teasle quienes, según la prensa, han
conseguido sobrevivir al encuentro por su alto grado de preparación (claro que
sí, guapi). Tras ese circo mediático, uno de los ayudantes del sheriff le
confiesa que igual se les fue la mano a alguno de sus compañeros con Rambo mientras estaba en la comisaría,
momento en el que entra Trautman en
la tienda con una solemnidad increíble diciendo que viene a buscar
a su chico y a asegurarse de que todos están a salvo de él. Como era de
esperar, todos se lo toman a mofa pensando que realmente viene a cubrirse las
espaldas porque a su soldado “se le ha
fundido un fusible”, decidiendo seguir con la cacería.
Hay dos momentos claves en los que entenderemos
mejor la relación padre/hijo que existe entre Trautman y Rambo. La
primera es su reencuentro cuando Trautman,
comprometido en ayudar al sheriff en parar toda esa locura que va acabar en una
completa masacre, decide contactar con Rambo
por radio para instarle a que se entregue, consiguiendo de esta manera localizar su posición a
la vez que seremos testigos de esa camaradería que existe entre ambos,
poniéndose al día sobre su situación en la que Rambo asegura ser el último con vida de su comando de Vietnam. Esta
relación llegará a su punto álgido cuando, al final de la película Rambo se rompa mentalmente y
confiese a Trautman una de las
terribles experiencias que vivió en Vietnam cuando uno de sus amigos del
comando saltó por los aires en un bar cuando un niño hizo explotar una caja de
limpiar zapatos que era una bomba, teniendo que quitarse de encima pedazos de
su amigos y reconociendo lo sólo que se sentía de vuelta en un país que, tras
la guerra, había decidido darle la espalda y abandonarlo a su suerte.
Espero que os haya gustado este análisis cinéfilo.
Un abrazo
Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito
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