Whola Lawrenian@s!!!
Esta semana he visto El Hijo, una película dirigida por David Yarovesky con apenas 7 millones
de dólares y que nos presenta la mítica historia de Superman en sus primeros años en la Tierra (desde su llegada hasta
la adolescencia) pero con una vuelta de tuerca muy rica.
Entiendo que todo el mundo conoce
sobradamente la historia de Superman (Kal-El), un bebe al que sus padres lo
envían a la Tierra cuando su planeta, Krypton,
está a punto de explotar, logrando así salvarlo de la destrucción, estrellándose
con su nave espacial en un campo de Kansas donde dos granjeros (Jonathan y Martha Kent, que llevan años intentando tener hijos sin éxito) lo
encuentran y lo adoptan como su hijo, llamándolo Clark Kent. Durante toda su infancia y su adolescencia, la familia Kent tendrá que ir adaptándose a los
cambios de Clark, quien va
descubriendo poco a poco que no es un niño corriente, que puede hacer cosas que
el resto de personas no pueden como tener super fuerza, hiper velocidad, poder
volar, tener rayos laser en los ojos… siempre bajo la tutela de sus padres que
le enseñan que debe ser responsable con esos poderes y no usarlos a la ligera
ni para presumir ni para impresionar a una chica, siendo esa precisamente una
de las cosas que más le cuesta entender a
Clark, el tener esos fantásticos poderes pero no poder aprovecharlos en su
día a día y tener que convivir con que sus compañeros de clase lo humillen, se
metan con él, no poder hacer actividades extraescolares como jugar al fútbol
americano como sus compañeros de clase… En definitiva, no hacer cosas que
puedan poner en evidencia que eres diferente porque eso asusta a la gente, les
asusta aquello que no entienden. Clark
está aquí porque tiene una misión, eso es lo que creen sus padres, y desde
luego no es dar patadas a un balón. Esto es lo que nos muestran de manera
magistral en Superman (1978) y en El Hombre de Acero (2013), a un Clark Kent que piensa antes de actuar
como si desde su primer minuto de vida ya fuera maduro y supiera que nuestras
acciones tienen consecuencias, y más él que tiene el poder de un dios.
El Hijo nos presenta la misma historia, la de una pareja granjera
de Kansas, Tori Breyer (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Denman),
que están intentando tener hijos casi ya como una obsesión y, de repente, cae
una nave del cielo con un bebe dentro. Como era de esperar, ven lo sucedido
como una bendición, una respuesta a sus plegarias de tener hijos y así queda
configurada la familia Breyer, con
su nuevo miembro, Brandon Breyer (Jackson A. Dunn). Mediante videos
domésticos, veremos como el joven
Brandon va creciendo sonriente y cariñoso con sus padres que están felices
con esa vida en familia que tanto anhelaban.
Mediante una elipsis de 10 años,
vemos ya al Brandon pre-adolescente
que sigue siendo un niño un tanto infantil, mimado y sobre protegido por su
madre (aún juega al escondite con ella), que lo ve como el niño de sus ojos,
que todo lo hace bien. Aunque Brandon
sabe que es adoptado, desconoce aún sus orígenes, de cómo lo encontraron sus
padres. Poco a poco, va descubriendo que tiene habilidades increíbles como
super fuerza, super velocidad, que nada ni “nadie” puede herirle… Pero de
momento el chiquillo lo va encajando bastante bien. Pero claro, cuando la nave
espacial que sus padres esconden empieza a buscarle y le envía mensajes
telepáticos en un idioma que no entendemos, el chiquillo empieza a “despertar”,
entendiendo que es un ser superior al resto de humanos y que está en la Tierra
porque tiene una misión, que puede utilizar sus poderes para salirse siempre
con la suya. Si a esto le sumas que no es capaz de contener sus impulsos, al
final tenemos a un déspota, un tirano en potencia que poco a poco va
evolucionando desde ser un niño (incluso cuando hace cosas malas como tod@s hemos hecho en alguna ocasión
siendo adolescentes) hasta cruzar esa línea entre hacer travesuras y convertirse
en un monstruo.
En resumen, Superman (Clark Kent) es
un hombre muy parecido a Jesucristo,
un ser superior que precisamente por estar por encima de los demás, eso le daba
una tranquilidad, una paz interior para hacer lo correcto y aguantar de todo
porque él puede soportarlo. Seguro que os sonará la frase bíblica “Poner la otra mejilla”. Pues bien, Brandon no pone la otra mejilla, este
chiquillo no es como Jesucristo ni
como Superman, a este chiquillo le
das una torta y te saca los ojos, pero literal… Es un mal bicho, me río yo de Damien, el niño de La Profecía…
Lo primero que quiero decir es
que me ha parecido una película muy
atrevida y muy madura, siendo coherente hasta el final con el personaje que
han construido durante los 90 minutos que dura la cinta y esto es sin duda gracias al pequeño presupuesto de la
película, 7 millones de dólares, lo que permite que puedan arriesgarse sabiendo
que tienen poco que perder, es decir, no hace falta mucho para que la película
consiga hacer dinero y, en caso de que sea un fracaso en taquilla (cosa que
dudo), el desembolso económico no ha sido muy grande.
Por supuesto, la película tiene
categoría R porque es indispensable para entender el mal bicho que es este
chiquillo y aquí no hay censura señores, aquí la violencia es explícita y tiene
escenas muy fuertes tanto a nivel gore (no son muchas pero hay cuatro escenas
que madre mía…) como a nivel desenlace de personajes que te hace sentir
incómodo en más de un momento, jugando muy inteligentemente con las que para mí
son tres claves del cine de terror:
- Manejar el Miedo: En muchas películas de terror, nos quieren infundir miedo mediante sustos. Ya sabéis, ponemos música de tensión y sale el asesino de detrás de la cortina… Aquí no, aquí el miedo es visual y viene dado por la increíble interpretación de Jackson A. Dunn (Brandon), que tiene una frialdad ante todo espectacular, capaz de matar de la forma más horrible posible a un familiar y luego desayunar unos crispis con Colacao como si nada, totalmente impasible. Ahora si, como le busques las cosquillas tiene muy mal pronto… Me recuerda en este sentido a Asa Butterfield, el niño de El juego de Ender, este tipo de actores que tienen la capacidad de mirar como las vacas miran al tren, y no lo digo de modo negativo, esto en actores jóvenes, que interpretan a niños, es lo que más miedo da, esa inexpresividad, el no saber qué demonios estarán pensando, pasando de 0 a 100 en un segundo.
- Manejar el Terror: Hay personajes en esta película que están acojonados por culpa de Brandon, porque saben de lo que es capaz y, aún así no pueden hacer nada contra él, sabiendo que no están seguro en ningún sitio, ni siquiera en tu casa, algo que aterroriza a cualquiera: Saber que en tu casa (que viene a ser como tu refugio) puede entrar como Pedro por su casa… y mejor que no trates de impedírselo. Y por supuesto, ¿Qué da más terror que tener miedo a tu propio hijo?
- Crear Sensación de Impotencia: Es imprescindible que en momentos de terror, las víctimas de ese terror sientan impotencia ante la situación que se ha creado y ante el personaje que genera ese terror, sabiendo que no hay nada que puedas hacer contra esa persona, que estás a sus manos y que únicamente dependes de su “compasión” para que vivas o mueras. Eso lo consiguen en esta cinta con tres personajes en concreto que, estando a punto de morir, les ves en la cara que están descompuestos ante ese Brandon sanguinario, cruel y, sobre todo, impasible, capaz de matarte de la forma más horrenda sin mostrar ningún sentimiento.
Los actores que interpretan a los
padres de Brandon me han gustado
mucho, representando con bastante acierto el rol de los padres dentro de la
familia, con ese padre que es más recto, que ve más fácilmente que ese niño que
hasta hace dos día era su hijo ahora es un perfecto desconocido, que es un tren
que está descarrilando y no encuentra manera de meterle en cintura… Y esa madre
sobre protectora, que es más amiga que madre, que siempre es la última en
reconocer que su hijo es un pieza de mucho cuidado, albergando siempre la esperanza
de que todos estén equivocados y que su idolatrado hijo no sea capaz de hacer
lo que dicen que ha hecho.
Me ha gustado mucho el giro que
le han dado a la historia de Superman
porque, seamos sinceros, ¿no os rechina que con los poderes que tiene Clark Kent nunca la haya liado bien
gorda? Es decir, imaginaros a ese niño jugando una pachanguilla con sus compañeros
del colegio y que le toque tirar un penalti, ¿quién es el guapo que se pone de
portero? O en un momento de enfado con su padres, su abuelos (que a tod@s nos
ha pasado) y das un manotazo, un golpe en un mueble… O simplemente estás en el
instituto, se meten contigo y no puedes controlar tu ira y empujas al otro con
toda tu fuerza o le das un amago de puñetazo… Qué sé yo! Hay mil situaciones
incontrolables en las que los poderes de Superman
en un niño lo convierten en un arma controlada por el cerebro de un
adolescente, que es de todo menos maduro y que no es capaz de entender las
consecuencias de sus acciones.
Eso es lo que se explora en esta
película, haciéndola a mi juicio más realista que todas las películas/series
que han jugado con los años mozos de Clark
Kent (Superman), siendo siempre
una persona ponderada, ecuánime y aunque pueda enfadarse, rápidamente vuelve al
camino correcto que le han inculcado sus padres… Todo eso es muy bonito, pero
la vida no siempre es así, a veces te pone contra las cuerdas y no siempre
puedes contener tus impulsos siendo un adulto, mucho menos siendo un niño y en
esta película consiguen crear un personaje con luces y sombras y eso, es lo
normal en la vida real porque, volvemos a lo mismo, nadie nace bueno o malo,
eso lo determinan una serie de cosas que te suceden durante la vida y cada uno
las afronta de una manera diferente: algunos las utilizan para crearse una piel
más fuerte y otros para justificar las maldades que harán a partir de entonces
(”soy malo porque el mundo me hizo así”).
Como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
Una de las pocas cosas que no me
ha convencido es el cambio que pega el niño, es decir, de ser un niño modélico,
con muy buenos resultados académicos, un chaval cariñoso con sus padres, tímido
y demás... Se convierte en un déspota porque sí, sin que le pase nada concreto
que le haga pegar ese giro de tuerca o, como diría el Joker a Batman: “Solo hace falta que tengas un día malo para
que seas como yo, que te den ese pequeño empujón”. Aquí no hay ese empujón
o al menos yo no lo he visto, se levanta un día de la cama normal y en el
recreo, la lía parda por no controlar sus instintos pero no sé… Hay niños que
le están tocando las narices todo el día y no les hace nada y, sin embargo, a
quienes le tratan bien, les hace la vida imposible… Sería más lógico haberlo
hecho al revés para justificar esa evolución negativa del personaje, como poco
a poco va usando sus poderes para ajustar cuentas con sus acosadores (para
defenderse de ellos) y de ahí que vaya evolucionando para convertirse él en el
matón y esa actitud extrapolarla fuera del instituto con sus mayores en ese
camino para convertirse en un dios, para dominar la humanidad y convertirse en
un auténtico déspota.
Por supuesto, la película no es
perfecta ni mucho menos pero eso no es un lastre para el producto final, es
decir, tiene buena calidad visual, los efectos especiales en su mayor parte
están muy bien realizados, las actuaciones son muy buenas, la trama es muy
interesante pero se queda en una buena película, entretenida y que consigue
dejarte con un muy buen sabor de boca. No busca más la película y ese es otro
acierto, que no pretende ser lo que no es.
Si os ha gustado la película y
queréis conocer más historias de este tipo, de personas con super poderes que
tienen doble cara, os recomiendo leer el cómic “The Boys” de uno de mis guionistas favoritos: Garth Ennis.
Espero que os haya gustado esta crítica y que me
dejéis vuestros comentarios y sugerencias.
Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está
escrito.
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