sábado, 25 de mayo de 2019

El hijo (Brightburn)


Whola Lawrenian@s!!!

Esta semana he visto El Hijo, una película dirigida por David Yarovesky con apenas 7 millones de dólares y que nos presenta la mítica historia de Superman en sus primeros años en la Tierra (desde su llegada hasta la adolescencia) pero con una vuelta de tuerca muy rica.
 
 

 Entiendo que todo el mundo conoce sobradamente la historia de Superman (Kal-El), un bebe al que sus padres lo envían a la Tierra cuando su planeta, Krypton, está a punto de explotar, logrando así salvarlo de la destrucción, estrellándose con su nave espacial en un campo de Kansas donde dos granjeros (Jonathan y Martha Kent, que llevan años intentando tener hijos sin éxito) lo encuentran y lo adoptan como su hijo, llamándolo Clark Kent. Durante toda su infancia y su adolescencia, la familia Kent tendrá que ir adaptándose a los cambios de Clark, quien va descubriendo poco a poco que no es un niño corriente, que puede hacer cosas que el resto de personas no pueden como tener super fuerza, hiper velocidad, poder volar, tener rayos laser en los ojos… siempre bajo la tutela de sus padres que le enseñan que debe ser responsable con esos poderes y no usarlos a la ligera ni para presumir ni para impresionar a una chica, siendo esa precisamente una de las cosas que más le cuesta entender a Clark, el tener esos fantásticos poderes pero no poder aprovecharlos en su día a día y tener que convivir con que sus compañeros de clase lo humillen, se metan con él, no poder hacer actividades extraescolares como jugar al fútbol americano como sus compañeros de clase… En definitiva, no hacer cosas que puedan poner en evidencia que eres diferente porque eso asusta a la gente, les asusta aquello que no entienden. Clark está aquí porque tiene una misión, eso es lo que creen sus padres, y desde luego no es dar patadas a un balón. Esto es lo que nos muestran de manera magistral en Superman (1978) y en El Hombre de Acero (2013), a un Clark Kent que piensa antes de actuar como si desde su primer minuto de vida ya fuera maduro y supiera que nuestras acciones tienen consecuencias, y más él que tiene el poder de un dios.


El Hijo nos presenta la misma historia, la de una pareja granjera de Kansas, Tori Breyer (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Denman), que están intentando tener hijos casi ya como una obsesión y, de repente, cae una nave del cielo con un bebe dentro. Como era de esperar, ven lo sucedido como una bendición, una respuesta a sus plegarias de tener hijos y así queda configurada la familia Breyer, con su nuevo miembro, Brandon Breyer (Jackson A. Dunn). Mediante videos domésticos, veremos como el joven Brandon va creciendo sonriente y cariñoso con sus padres que están felices con esa vida en familia que tanto anhelaban.

 
Mediante una elipsis de 10 años, vemos ya al Brandon pre-adolescente que sigue siendo un niño un tanto infantil, mimado y sobre protegido por su madre (aún juega al escondite con ella), que lo ve como el niño de sus ojos, que todo lo hace bien. Aunque Brandon sabe que es adoptado, desconoce aún sus orígenes, de cómo lo encontraron sus padres. Poco a poco, va descubriendo que tiene habilidades increíbles como super fuerza, super velocidad, que nada ni “nadie” puede herirle… Pero de momento el chiquillo lo va encajando bastante bien. Pero claro, cuando la nave espacial que sus padres esconden empieza a buscarle y le envía mensajes telepáticos en un idioma que no entendemos, el chiquillo empieza a “despertar”, entendiendo que es un ser superior al resto de humanos y que está en la Tierra porque tiene una misión, que puede utilizar sus poderes para salirse siempre con la suya. Si a esto le sumas que no es capaz de contener sus impulsos, al final tenemos a un déspota, un tirano en potencia que poco a poco va evolucionando desde ser un niño (incluso cuando hace cosas malas como tod@s hemos hecho en alguna ocasión siendo adolescentes) hasta cruzar esa línea entre hacer travesuras y convertirse en un monstruo.


En resumen, Superman (Clark Kent) es un hombre muy parecido a Jesucristo, un ser superior que precisamente por estar por encima de los demás, eso le daba una tranquilidad, una paz interior para hacer lo correcto y aguantar de todo porque él puede soportarlo. Seguro que os sonará la frase bíblica “Poner la otra mejilla”. Pues bien, Brandon no pone la otra mejilla, este chiquillo no es como Jesucristo ni como Superman, a este chiquillo le das una torta y te saca los ojos, pero literal… Es un mal bicho, me río yo de Damien, el niño de La Profecía


Lo primero que quiero decir es que me ha parecido una película muy atrevida y muy madura, siendo coherente hasta el final con el personaje que han construido durante los 90 minutos que dura la cinta y esto es sin duda  gracias al pequeño presupuesto de la película, 7 millones de dólares, lo que permite que puedan arriesgarse sabiendo que tienen poco que perder, es decir, no hace falta mucho para que la película consiga hacer dinero y, en caso de que sea un fracaso en taquilla (cosa que dudo), el desembolso económico no ha sido muy grande.


Por supuesto, la película tiene categoría R porque es indispensable para entender el mal bicho que es este chiquillo y aquí no hay censura señores, aquí la violencia es explícita y tiene escenas muy fuertes tanto a nivel gore (no son muchas pero hay cuatro escenas que madre mía…) como a nivel desenlace de personajes que te hace sentir incómodo en más de un momento, jugando muy inteligentemente con las que para mí son tres claves del cine de terror:
  1. Manejar el Miedo: En muchas películas de terror, nos quieren infundir miedo mediante sustos. Ya sabéis, ponemos música de tensión y sale el asesino de detrás de la cortina… Aquí no, aquí el miedo es visual y viene dado por la increíble interpretación de Jackson A. Dunn (Brandon), que tiene una frialdad ante todo espectacular, capaz de matar de la forma más horrible posible a un familiar y luego desayunar unos crispis con Colacao como si nada, totalmente impasible. Ahora si, como le busques las cosquillas tiene muy mal pronto… Me recuerda en este sentido a Asa Butterfield, el niño de El juego de Ender, este tipo de actores que tienen la capacidad de mirar como las vacas miran al tren, y no lo digo de modo negativo, esto en actores jóvenes, que interpretan a niños, es lo que más miedo da, esa inexpresividad, el no saber qué demonios estarán pensando, pasando de 0 a 100 en un segundo.
  2. Manejar el Terror: Hay personajes en esta película que están acojonados por culpa de Brandon, porque saben de lo que es capaz y, aún así no pueden hacer nada contra él, sabiendo que no están seguro en ningún sitio, ni siquiera en tu casa, algo que aterroriza a cualquiera: Saber que en tu casa (que viene a ser como tu refugio) puede entrar como Pedro por su casa… y mejor que no trates de impedírselo. Y por supuesto, ¿Qué da más terror que tener miedo a tu propio hijo?
  3. Crear Sensación de Impotencia: Es imprescindible que en momentos de terror, las víctimas de ese terror sientan impotencia ante la situación que se ha creado y ante el personaje que genera ese terror, sabiendo que no hay nada que puedas hacer contra esa persona, que estás a sus manos y que únicamente dependes de su “compasión” para que vivas o mueras. Eso lo consiguen en esta cinta con tres personajes en concreto que, estando a punto de morir, les ves en la cara que están descompuestos ante ese Brandon sanguinario, cruel y, sobre todo, impasible, capaz de matarte de la forma más horrenda sin mostrar ningún sentimiento.
 

Los actores que interpretan a los padres de Brandon me han gustado mucho, representando con bastante acierto el rol de los padres dentro de la familia, con ese padre que es más recto, que ve más fácilmente que ese niño que hasta hace dos día era su hijo ahora es un perfecto desconocido, que es un tren que está descarrilando y no encuentra manera de meterle en cintura… Y esa madre sobre protectora, que es más amiga que madre, que siempre es la última en reconocer que su hijo es un pieza de mucho cuidado, albergando siempre la esperanza de que todos estén equivocados y que su idolatrado hijo no sea capaz de hacer lo que dicen que ha hecho.


Me ha gustado mucho el giro que le han dado a la historia de Superman porque, seamos sinceros, ¿no os rechina que con los poderes que tiene Clark Kent nunca la haya liado bien gorda? Es decir, imaginaros a ese niño jugando una pachanguilla con sus compañeros del colegio y que le toque tirar un penalti, ¿quién es el guapo que se pone de portero? O en un momento de enfado con su padres, su abuelos (que a tod@s nos ha pasado) y das un manotazo, un golpe en un mueble… O simplemente estás en el instituto, se meten contigo y no puedes controlar tu ira y empujas al otro con toda tu fuerza o le das un amago de puñetazo… Qué sé yo! Hay mil situaciones incontrolables en las que los poderes de Superman en un niño lo convierten en un arma controlada por el cerebro de un adolescente, que es de todo menos maduro y que no es capaz de entender las consecuencias de sus acciones.

Eso es lo que se explora en esta película, haciéndola a mi juicio más realista que todas las películas/series que han jugado con los años mozos de Clark Kent (Superman), siendo siempre una persona ponderada, ecuánime y aunque pueda enfadarse, rápidamente vuelve al camino correcto que le han inculcado sus padres… Todo eso es muy bonito, pero la vida no siempre es así, a veces te pone contra las cuerdas y no siempre puedes contener tus impulsos siendo un adulto, mucho menos siendo un niño y en esta película consiguen crear un personaje con luces y sombras y eso, es lo normal en la vida real porque, volvemos a lo mismo, nadie nace bueno o malo, eso lo determinan una serie de cosas que te suceden durante la vida y cada uno las afronta de una manera diferente: algunos las utilizan para crearse una piel más fuerte y otros para justificar las maldades que harán a partir de entonces (”soy malo porque el mundo me hizo así”). Como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.


Una de las pocas cosas que no me ha convencido es el cambio que pega el niño, es decir, de ser un niño modélico, con muy buenos resultados académicos, un chaval cariñoso con sus padres, tímido y demás... Se convierte en un déspota porque sí, sin que le pase nada concreto que le haga pegar ese giro de tuerca o, como diría el Joker a Batman: “Solo hace falta que tengas un día malo para que seas como yo, que te den ese pequeño empujón”. Aquí no hay ese empujón o al menos yo no lo he visto, se levanta un día de la cama normal y en el recreo, la lía parda por no controlar sus instintos pero no sé… Hay niños que le están tocando las narices todo el día y no les hace nada y, sin embargo, a quienes le tratan bien, les hace la vida imposible… Sería más lógico haberlo hecho al revés para justificar esa evolución negativa del personaje, como poco a poco va usando sus poderes para ajustar cuentas con sus acosadores (para defenderse de ellos) y de ahí que vaya evolucionando para convertirse él en el matón y esa actitud extrapolarla fuera del instituto con sus mayores en ese camino para convertirse en un dios, para dominar la humanidad y convertirse en un auténtico déspota.


Por supuesto, la película no es perfecta ni mucho menos pero eso no es un lastre para el producto final, es decir, tiene buena calidad visual, los efectos especiales en su mayor parte están muy bien realizados, las actuaciones son muy buenas, la trama es muy interesante pero se queda en una buena película, entretenida y que consigue dejarte con un muy buen sabor de boca. No busca más la película y ese es otro acierto, que no pretende ser lo que no es. 

Si os ha gustado la película y queréis conocer más historias de este tipo, de personas con super poderes que tienen doble cara, os recomiendo leer el cómic “The Boys” de uno de mis guionistas favoritos: Garth Ennis.


Espero que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y sugerencias.
Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario