domingo, 26 de mayo de 2019

Keepers, el misterio del faro


Whola Lawrenian@s!!!

Hoy traigo al blog una película que nace de un misterio real que surgió cuando el 26 de diciembre de 1900 un farero llamado Moore se acercaba en barco a las islas Flannan para reincorporarse al servicio de mantenimiento del faro y así dar relevo a alguno de sus tres compañeros después de unas semanas de descanso y cuál fue su sorpresa al llegar a la isla y ver que nadie salía a recibirle. Subió corriendo las escaleras que llevaban desde el atracadero a las instalaciones del Faro y lo que encontró fue todavía más inquietante: la puerta de las instalaciones estaba abierta y, en la cocina, aún estaban los platos con comida sin terminar y una silla volcada en el suelo, como si alguien hubiera salido con prisa. No había signos de violencia, sólo quedaba la comida en los platos, un chubasquero colgado en un perchero y muchas preguntas sin respuesta.

 

Nunca se volvió a saber de los tres hombres y la imaginación de quien conocía la historia empezó a volar buscando diferentes explicaciones: algunos hablaban de que en medio de una tormenta los tres hombres trataron de asegurar el cabrestante con el que subían la mercancía de los barcos y una ola se los llevó, que uno de esos hombres era alcohólico y arrojó a sus compañeros al mar durante una borrachera y, los amantes del misterio, hablaban de que la isla estaba embrujada…  Tranquil@s, no he hecho ningún spoiler.


El director de la película, Kristoffer Nyholm, da el salto a la gran pantalla con este thriller psicológico en el que todas las conjeturas misteriosas sobre lo ocurrido se dejan a un lado para proponer al espectador de manera plausible lo que pudo pasar en esa remota isla en medio del Océano Atlántico. Esto es algo que a mí particularmente me agradó bastante pues no soy muy fan del misterio y siempre me es más fácil entrar en una película que trate de explicarme ciertas lagunas de la Historia de manera racional que de forma misteriosa en plan brujas, fantasmas o islas malditas… pero ya digo, esto es algo muy personal. Es cierto que la película, en dos momentos concretos, deja abierta la puerta a que quizás pueda haber algo más a nivel misterio con todo el tema del mercurio.


La película está protagonizada por Thomas Marshall (Peter Mullan), James Ducat (Gerald Butler, que además hace de productor) y Donald McArthur (Connor Swindells), quienes tendrán que convivir durante seis semanas en la isla de Flannan trabajando como fareros, realizando labores de mantenimiento tanto del propio faro como de sus instalaciones. El líder del grupo es Thomas, un veterano curtido en el mar que tiene nada menos que 25 años de experiencia de farero, el cerebro del equipo, una de esas personas que con su sola presencia tiene una solemnidad que hace que sus hombres lo respeten y lo sigan, recordándome en varias ocasiones al capitán del Titanic (Edward Smith), ese hombre que con su sola presencia infundía confianza y seguridad en sus tripulación como diciendo: Si yo estoy al mando nada puede salir mal (si ya sé, que el Titanic no duró mucho…). Este tipo de personajes son como un faro en mitad de la tempestad que guían a los barcos hasta la orilla (que bien hilado con el tema que estamos tratando, verdad? Jaja).


El personaje que interpreta Gerald Butler (James Ducat) es el músculo del equipo, un hombre trabajador y honrado que debe dejar a su familia en tierra para ir a buscarse las habichuelas en ese lugar inhóspito durante 6 semanas que es lo que va a durar su estancia en la isla, y que desde el primer momento vemos que tiene una relación de respeto y camaradería con Thomas, la cual hace que el espectador entienda perfectamente que estos hombres llevan bastante tiempo juntos, que cada uno conoce el pasado del otro y que se han convertido casi en familia, llegando a ser James la mano derecha de Thomas y en el miembro más valioso del equipo como en una ocasión el propio Thomas nos lo hace saber ante una situación que entraña cierto riesgo y tiene que elegir quién se tiene que manchar las manos, quien debe asumir el riesgo.


Y llegamos por fin a Donald McArthur (Connor Swindells), un joven que se apunta a última hora a esta aventura pues también necesita el dinero y no tiene nada que lo ate en tierra. Es un chiquillo travieso ya que durante toda la primera mitad de la película le veremos en bastantes escenas cómplices con James, jugando con él como si fuera un niño jugando con otro niño, corriendo por la isla, haciéndole “putaditas”… Vamos, como un hermano pequeño de James que busca divertirse con su hermano mayor. A su vez, James lo “tutela” enseñándole el oficio de farero limpiando las vidrieras, manteniendo la sirena de niebla, recogiendo el mercurio cuando se desparrama por el suelo y explicándole porqué ese elemento es tan peligroso… Sin embargo, la relación entre Donald y Thomas es bastante más fría, distante, debido a que Thomas lo ve como un joven que no encaja en esa vida de “hombres duros, curtidos”, cuyo desconocimiento del trabajo hace que no aporte demasiado en ese equipo más allá de barrer/fregar el suelo y, a parte, que el chiquillo sea bastante “boca-chancla” no ayuda demasiado, haciéndole en bastantes ocasiones impertinente. Sin embargo, entre ambos personajes hay una de las mejores escenas de la película en la que Thomas le cuenta una anécdota de piratas mientras, de manera visual, utiliza la anécdota para explicarle a Donald cómo abrir un cangrejo para comérselo.


Según van pasando los días vamos viendo cómo las rutinas y la disciplina hacen posible que estos tres hombres mantengan la cabeza ocupada sin pensar demasiado que están atrapados en una isla durante 6 semanas hasta que venga el siguiente reemplazo. Todo va según lo previsto hasta que un día, después de una fuerte tormenta que ha azotado la isla durante toda la noche, Donald encuentra en una de las orillas de un acantilado, el cuerpo de un marinero junto a un baúl de madera y su barca completamente destrozada contra las rocas. Deciden bajar a comprobar si el hombre sigue vivo y así asistirle y, de paso, coger el baúl para ver si hay algo que les pueda ser de utilidad. A partir de aquí la historia se precipita de manera inexorable a la vez que aparecen los primeros conflictos entre sus protagonistas que empiezan a ser conscientes de las implicaciones que tienen ciertos actos que han realizado desde la fatídica tormenta.


Es impresionante como el director de la cinta consigue meter al espectador dentro de esa isla, de sentir en algunos momentos la brisa sobre la cara con ese olor a salitre tan característico que tiene el mar e igual de increíble es el trabajo de Jorgen Johansson, el director de fotografía, que hace palpable la belleza de esa isla tranquila a la vez que consigue trasmitir lo inhóspito que es ese sitio, la fiereza del mar y de que a pesar de estar “cerca” de la civilización, si no tienes una embarcación es como estar en medio del desierto. Si a esto le sumas que estamos en 1900 y que la radio que tienen no funciona, es prácticamente como estar en la Luna.


Como es lógico, la película tiene un ritmo pausado pues tenemos a tres hombres en una isla en medio del océano durante casi la totalidad de la duración del film, 107 minutos. Con esto quiero decir que no venga nadie diciendo: “la película es lenta!”, porque entonces eso significa que no sabe qué película ha ido a ver. Si la película fuera lenta se haría cuesta arriba y sería tremendamente aburrida (soporífera) y este no es el caso. No dejan de pasar cosas durante todo su metraje, desde la presentación de los personajes a los que iremos poco conociendo (tanto a ellos como a su pasado), veremos cómo era la vida de un farero a principios del siglo XX, sabremos por qué era tan peligroso el mercurio que se utilizaba para hacer girar la luz del faro, nos mostrarán como pasaban el tiempo muerto estos hombres que recuerda en muchos momentos a la vida en un barco (concretamente a la película Master & Commander, una película muy denostada y era una maravilla)… Iremos viendo como tanto Thomas como Donald tienen una mochila cargada de piedras que representa su pasado y que eso hace en gran medida que sean como son, están marcados por su pasado.


El casting de actores de esta película es sensacional, empezando por Peter Mullan (Thomas) que ves en su cara, en sus arrugas… la experiencia al manda, siendo un auténtico líder para sus hombres, un guía que les marca el camino correcto que deben seguir y cuando tanto James como Donald lo desobedecen es precisamente cuando empiezan a torcerse las cosas. La interpretación de Gerald Butler es de las mejores suyas sin duda, pues empieza siendo el más fuerte de todos sus compañeros y, sin embargo, vemos como a medida que pasa la película los acontecimientos van haciendo mella en él hasta que finalmente se rompe mentalmente por un suceso que lo marcará de por vida.

Y la gran sorpresa de la película, Connor Swindells, un ex-boxeador que sorprende delante de la cámara al jugar con diferentes registros en esta película, empezando siendo una cara bonita, un chiquillo travieso e inexperto que parece que no va a aguantar ni dos días en esa isla y, sin embargo, vemos como va aprendiendo a encajar los golpes que los acontecimientos tienen preparados para él y pasar de un segundo plano hasta hacerse casi con todo el protagonismo de la película hacia el final de la misma, dotando a Donald, su personaje, de momentos sensibles, dramáticos, momentos de ternura cuando sus dos compañeros son duros con él pero luego meditan y se dan cuenta de que sólo es un crío… Lo dicho, una grata sorpresa.


En resumen, es una película muy recomendable para todos los públicos siempre y cuando sepáis lo que vais a ver: un thriller psicológico de ritmo pausado (tres hombres en una isla…) en el que toda la carga de misterio que ha circulado a lo largo de los años alrededor de esta historia (El misterio de la isla de Flannan) la dejan a un lado para proponernos una versión alternativa, más propia del cine de aventuras si lo prefieren, en lo que el propio director ha reconocido que pueden reconocerse en buena medida situaciones de El tesoro de Sierra Madre, lo cual no es nada disparatado después de haber visto la película.

Espero que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y sugerencias.

Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito.

sábado, 25 de mayo de 2019

El hijo (Brightburn)


Whola Lawrenian@s!!!

Esta semana he visto El Hijo, una película dirigida por David Yarovesky con apenas 7 millones de dólares y que nos presenta la mítica historia de Superman en sus primeros años en la Tierra (desde su llegada hasta la adolescencia) pero con una vuelta de tuerca muy rica.
 
 

 Entiendo que todo el mundo conoce sobradamente la historia de Superman (Kal-El), un bebe al que sus padres lo envían a la Tierra cuando su planeta, Krypton, está a punto de explotar, logrando así salvarlo de la destrucción, estrellándose con su nave espacial en un campo de Kansas donde dos granjeros (Jonathan y Martha Kent, que llevan años intentando tener hijos sin éxito) lo encuentran y lo adoptan como su hijo, llamándolo Clark Kent. Durante toda su infancia y su adolescencia, la familia Kent tendrá que ir adaptándose a los cambios de Clark, quien va descubriendo poco a poco que no es un niño corriente, que puede hacer cosas que el resto de personas no pueden como tener super fuerza, hiper velocidad, poder volar, tener rayos laser en los ojos… siempre bajo la tutela de sus padres que le enseñan que debe ser responsable con esos poderes y no usarlos a la ligera ni para presumir ni para impresionar a una chica, siendo esa precisamente una de las cosas que más le cuesta entender a Clark, el tener esos fantásticos poderes pero no poder aprovecharlos en su día a día y tener que convivir con que sus compañeros de clase lo humillen, se metan con él, no poder hacer actividades extraescolares como jugar al fútbol americano como sus compañeros de clase… En definitiva, no hacer cosas que puedan poner en evidencia que eres diferente porque eso asusta a la gente, les asusta aquello que no entienden. Clark está aquí porque tiene una misión, eso es lo que creen sus padres, y desde luego no es dar patadas a un balón. Esto es lo que nos muestran de manera magistral en Superman (1978) y en El Hombre de Acero (2013), a un Clark Kent que piensa antes de actuar como si desde su primer minuto de vida ya fuera maduro y supiera que nuestras acciones tienen consecuencias, y más él que tiene el poder de un dios.


El Hijo nos presenta la misma historia, la de una pareja granjera de Kansas, Tori Breyer (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Denman), que están intentando tener hijos casi ya como una obsesión y, de repente, cae una nave del cielo con un bebe dentro. Como era de esperar, ven lo sucedido como una bendición, una respuesta a sus plegarias de tener hijos y así queda configurada la familia Breyer, con su nuevo miembro, Brandon Breyer (Jackson A. Dunn). Mediante videos domésticos, veremos como el joven Brandon va creciendo sonriente y cariñoso con sus padres que están felices con esa vida en familia que tanto anhelaban.

 
Mediante una elipsis de 10 años, vemos ya al Brandon pre-adolescente que sigue siendo un niño un tanto infantil, mimado y sobre protegido por su madre (aún juega al escondite con ella), que lo ve como el niño de sus ojos, que todo lo hace bien. Aunque Brandon sabe que es adoptado, desconoce aún sus orígenes, de cómo lo encontraron sus padres. Poco a poco, va descubriendo que tiene habilidades increíbles como super fuerza, super velocidad, que nada ni “nadie” puede herirle… Pero de momento el chiquillo lo va encajando bastante bien. Pero claro, cuando la nave espacial que sus padres esconden empieza a buscarle y le envía mensajes telepáticos en un idioma que no entendemos, el chiquillo empieza a “despertar”, entendiendo que es un ser superior al resto de humanos y que está en la Tierra porque tiene una misión, que puede utilizar sus poderes para salirse siempre con la suya. Si a esto le sumas que no es capaz de contener sus impulsos, al final tenemos a un déspota, un tirano en potencia que poco a poco va evolucionando desde ser un niño (incluso cuando hace cosas malas como tod@s hemos hecho en alguna ocasión siendo adolescentes) hasta cruzar esa línea entre hacer travesuras y convertirse en un monstruo.


En resumen, Superman (Clark Kent) es un hombre muy parecido a Jesucristo, un ser superior que precisamente por estar por encima de los demás, eso le daba una tranquilidad, una paz interior para hacer lo correcto y aguantar de todo porque él puede soportarlo. Seguro que os sonará la frase bíblica “Poner la otra mejilla”. Pues bien, Brandon no pone la otra mejilla, este chiquillo no es como Jesucristo ni como Superman, a este chiquillo le das una torta y te saca los ojos, pero literal… Es un mal bicho, me río yo de Damien, el niño de La Profecía


Lo primero que quiero decir es que me ha parecido una película muy atrevida y muy madura, siendo coherente hasta el final con el personaje que han construido durante los 90 minutos que dura la cinta y esto es sin duda  gracias al pequeño presupuesto de la película, 7 millones de dólares, lo que permite que puedan arriesgarse sabiendo que tienen poco que perder, es decir, no hace falta mucho para que la película consiga hacer dinero y, en caso de que sea un fracaso en taquilla (cosa que dudo), el desembolso económico no ha sido muy grande.


Por supuesto, la película tiene categoría R porque es indispensable para entender el mal bicho que es este chiquillo y aquí no hay censura señores, aquí la violencia es explícita y tiene escenas muy fuertes tanto a nivel gore (no son muchas pero hay cuatro escenas que madre mía…) como a nivel desenlace de personajes que te hace sentir incómodo en más de un momento, jugando muy inteligentemente con las que para mí son tres claves del cine de terror:
  1. Manejar el Miedo: En muchas películas de terror, nos quieren infundir miedo mediante sustos. Ya sabéis, ponemos música de tensión y sale el asesino de detrás de la cortina… Aquí no, aquí el miedo es visual y viene dado por la increíble interpretación de Jackson A. Dunn (Brandon), que tiene una frialdad ante todo espectacular, capaz de matar de la forma más horrible posible a un familiar y luego desayunar unos crispis con Colacao como si nada, totalmente impasible. Ahora si, como le busques las cosquillas tiene muy mal pronto… Me recuerda en este sentido a Asa Butterfield, el niño de El juego de Ender, este tipo de actores que tienen la capacidad de mirar como las vacas miran al tren, y no lo digo de modo negativo, esto en actores jóvenes, que interpretan a niños, es lo que más miedo da, esa inexpresividad, el no saber qué demonios estarán pensando, pasando de 0 a 100 en un segundo.
  2. Manejar el Terror: Hay personajes en esta película que están acojonados por culpa de Brandon, porque saben de lo que es capaz y, aún así no pueden hacer nada contra él, sabiendo que no están seguro en ningún sitio, ni siquiera en tu casa, algo que aterroriza a cualquiera: Saber que en tu casa (que viene a ser como tu refugio) puede entrar como Pedro por su casa… y mejor que no trates de impedírselo. Y por supuesto, ¿Qué da más terror que tener miedo a tu propio hijo?
  3. Crear Sensación de Impotencia: Es imprescindible que en momentos de terror, las víctimas de ese terror sientan impotencia ante la situación que se ha creado y ante el personaje que genera ese terror, sabiendo que no hay nada que puedas hacer contra esa persona, que estás a sus manos y que únicamente dependes de su “compasión” para que vivas o mueras. Eso lo consiguen en esta cinta con tres personajes en concreto que, estando a punto de morir, les ves en la cara que están descompuestos ante ese Brandon sanguinario, cruel y, sobre todo, impasible, capaz de matarte de la forma más horrenda sin mostrar ningún sentimiento.
 

Los actores que interpretan a los padres de Brandon me han gustado mucho, representando con bastante acierto el rol de los padres dentro de la familia, con ese padre que es más recto, que ve más fácilmente que ese niño que hasta hace dos día era su hijo ahora es un perfecto desconocido, que es un tren que está descarrilando y no encuentra manera de meterle en cintura… Y esa madre sobre protectora, que es más amiga que madre, que siempre es la última en reconocer que su hijo es un pieza de mucho cuidado, albergando siempre la esperanza de que todos estén equivocados y que su idolatrado hijo no sea capaz de hacer lo que dicen que ha hecho.


Me ha gustado mucho el giro que le han dado a la historia de Superman porque, seamos sinceros, ¿no os rechina que con los poderes que tiene Clark Kent nunca la haya liado bien gorda? Es decir, imaginaros a ese niño jugando una pachanguilla con sus compañeros del colegio y que le toque tirar un penalti, ¿quién es el guapo que se pone de portero? O en un momento de enfado con su padres, su abuelos (que a tod@s nos ha pasado) y das un manotazo, un golpe en un mueble… O simplemente estás en el instituto, se meten contigo y no puedes controlar tu ira y empujas al otro con toda tu fuerza o le das un amago de puñetazo… Qué sé yo! Hay mil situaciones incontrolables en las que los poderes de Superman en un niño lo convierten en un arma controlada por el cerebro de un adolescente, que es de todo menos maduro y que no es capaz de entender las consecuencias de sus acciones.

Eso es lo que se explora en esta película, haciéndola a mi juicio más realista que todas las películas/series que han jugado con los años mozos de Clark Kent (Superman), siendo siempre una persona ponderada, ecuánime y aunque pueda enfadarse, rápidamente vuelve al camino correcto que le han inculcado sus padres… Todo eso es muy bonito, pero la vida no siempre es así, a veces te pone contra las cuerdas y no siempre puedes contener tus impulsos siendo un adulto, mucho menos siendo un niño y en esta película consiguen crear un personaje con luces y sombras y eso, es lo normal en la vida real porque, volvemos a lo mismo, nadie nace bueno o malo, eso lo determinan una serie de cosas que te suceden durante la vida y cada uno las afronta de una manera diferente: algunos las utilizan para crearse una piel más fuerte y otros para justificar las maldades que harán a partir de entonces (”soy malo porque el mundo me hizo así”). Como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.


Una de las pocas cosas que no me ha convencido es el cambio que pega el niño, es decir, de ser un niño modélico, con muy buenos resultados académicos, un chaval cariñoso con sus padres, tímido y demás... Se convierte en un déspota porque sí, sin que le pase nada concreto que le haga pegar ese giro de tuerca o, como diría el Joker a Batman: “Solo hace falta que tengas un día malo para que seas como yo, que te den ese pequeño empujón”. Aquí no hay ese empujón o al menos yo no lo he visto, se levanta un día de la cama normal y en el recreo, la lía parda por no controlar sus instintos pero no sé… Hay niños que le están tocando las narices todo el día y no les hace nada y, sin embargo, a quienes le tratan bien, les hace la vida imposible… Sería más lógico haberlo hecho al revés para justificar esa evolución negativa del personaje, como poco a poco va usando sus poderes para ajustar cuentas con sus acosadores (para defenderse de ellos) y de ahí que vaya evolucionando para convertirse él en el matón y esa actitud extrapolarla fuera del instituto con sus mayores en ese camino para convertirse en un dios, para dominar la humanidad y convertirse en un auténtico déspota.


Por supuesto, la película no es perfecta ni mucho menos pero eso no es un lastre para el producto final, es decir, tiene buena calidad visual, los efectos especiales en su mayor parte están muy bien realizados, las actuaciones son muy buenas, la trama es muy interesante pero se queda en una buena película, entretenida y que consigue dejarte con un muy buen sabor de boca. No busca más la película y ese es otro acierto, que no pretende ser lo que no es. 

Si os ha gustado la película y queréis conocer más historias de este tipo, de personas con super poderes que tienen doble cara, os recomiendo leer el cómic “The Boys” de uno de mis guionistas favoritos: Garth Ennis.


Espero que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y sugerencias.
Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito.

martes, 21 de mayo de 2019

See you Yesterday

Whola Lawrenian@s!!

Hace pocos días que la plataforma Netflix ha estrenado esta película, See You Yesterday, una historia que nació en 2017 cuando su director, Stefen Bristol, presentó un cortometraje con la misma historia, resultando ganador de la competición de Cortometrajes de HBO. Paradojas del destino, dos años después del cortometraje, el mismo director ha decidido dar el salto al cine liderando el elenco dos de los mismos protagonistas que tanto éxito le dieron la primera vez: Eden Duncan-Smith y Dante Crichlow.


Este proyecto que viene de la mano de Spike Lee como productor, nos cuenta la historia de dos jóvenes, CJ (Eden Duncan-Smith) y Sebastian (Dante Crichlow), quienes son unos cerebritos (los más inteligentes de su instituto, según su profesor de ciencias interpretado por Michael J. Fox) y pretenden ganar el Certamen de ciencias creando unas máquinas del tiempo en unas singulares mochilas, bajo la esperanza de que eso les abrirá las puertas a mejores universidades e incluso conseguir alguna beca.


No tienen mayores aspiraciones estos adolescentes a quienes su profesor de ciencias les intenta prevenir de los riesgos de jugar con el tiempo (parece que sabe de lo que habla el bueno de Michael J. Fox), instandoles a pensar por qué quieren viajar al pasado "¿qué harías si pudieras volver al pasado?", una pregunta muy obvia pero en la que CJ no había parado a pensar. Como digo, sólo quieren hacerlo porque creen que pueden hacerlo, sin pensar en si deben hacerlo, tan sólo van tras la zanahoria como el conejo buscando ganar ese Certamen confiados en que esa sea su gran oportunidad para salir de ese barrio de Brooklyn en el que parece que no hay futuro posible más alla de limpiar platos en un restaurante.


Cuando consiguen realizar con éxito su primer viaje al pasado, el orgullo de CJ y su incapacidad de contener sus emociones provoca que haga algo a un personaje que hará que los próximos acontecimientos se precipten causando la muerte de su hermano Calvin.


A partir de este momento CJ no dejará de intentar arreglar el pasado sin terminar de comprender las consecuencias de jugar con el espacio/tiempo que tanto su profesor de ciencias como su amigo Sebastian la advierten en diversas ocasiones (sin mucho éxito, dicho sea de paso).

Durante la película viviremos diferentes momentos en los que parece que las cosas se han arreglado pero eso trae como consecuencia que otras se estropen, dando la sensación que de cuánto más tocas, peor es el resultado, como si el destino quisiera que perdieras a un ser querido y no hubiera forma de evitarlo.


La película toca muchos temas bastante profundos y, milagrosamente, sale bien parada de todos ellos, algo que no era nada fácil. Por ejemplo, abarca el tema racial con todo el tema de la brutalidad policial (policias blancos, por supuesto) que parece que cuando ven a un afroamericano primero disparan y luego preguntan, los movimientos en pro de los derechos de las personas de color, las permanentes disputas entre "bandas" en ese barrio de Brooklyn en el que hay que defender continuamente tu territorio y, sobre todo, tu orgullo al más puro estilo del Oeste (si me miras mal, te las verás conmigo...), por supuesto el tema de viajes en el tiempo es de vital importancia en esta película, algo que empezó como algo grandioso que abriría las puertas de su futuro y acabó convirtiéndose en una mochila de piedras a sus espaldas que iba a provocar justo lo contrario de lo que pretendían, que es no salir de ese barrio, de ese momento.... Mientras haya máquina del tiempo, seguirá habiendo esperanza de poder revertir el pasado y esa es la quimera de todo este asunto, que a veces no puedes evitar ciertas cosas o, si las evitas, ocurren otras.


Me explico mejor. Si sufres una desgracia y no tienes manera de revertirla, tienes dos opciones: o tirar para adelante y tratar de sacar la cabeza del agua aunque cueste; o hundirte estrepitosamente en la oscuridad, quedarte estancado en un pozo sin fondo del que mucha gente no sale. Sin embargo, si tienes la más mínima oportunidad de quizás revertir el pasado (con esa famosa máquina del tiempo), ¿quién no haría lo imposible por borrar lo ocurrido? Y ese es el castigo de CJ, saber que está a su alcance la posibilidad de cambiar el pasado pero cada vez que lo intenta, cada vez que viaja al día en que murió su hermano, sólo consigue empeorar las cosas, siendo incapaz de aceptar que hay cosas que quizás no puedan evitarse.

 

Sin ser una película de 10, me parece muy entretenida, muy recomendable, con apenas 90 minutos de duración, con un cameo de Michael J. Fox que siempre es bien, y con unos protagonistas que defienden muy bien su papel (sobre todo el trío protagonista: CJ, Sebastian y Calvin), con momentos de aventura corriendo por las calles del barrio mientras hullen de ciertos gamberros, momentos de drama ante la pérdida de un ser querido sin ser lacrimógena, momentos de deseperación e impotencia al ver como nada de lo que hacen estos personajes consiguen evitar lo sucedido. En definitiva, una cinta que os recomiendo, que no va a reinventar el cine pero, lo dicho, son 90 minutos que se te pasan volados, con buenas actuaciones, buena historia y buena música.

Espero que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y sugerencias.

Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito.

domingo, 19 de mayo de 2019

IO (2019)


Whola Lawrenian@s!!!

Hoy hablamos de una película que podéis encontrar en la plataforma Netflix, estrenada este 2019 y que no ha sido muy bien recibida por la mayor parte del público que la ha tachado de aburrida, lenta, excesivamente minimalista y soporífera. Creo que estas “etiquetas” que se han puesto a esta cinta son excesivamente duras pero, siendo sincero con vosotros, es cierto que hay mucha verdad detrás de ellas pero con matices, como ahora veremos.

 
 
IO ha sido dirigida por Jonathan Helpbert, un director sin mucho recorrido, quien construye una película post-apocalíptica en la que la Tierra, por culpa de la contaminación, ha llegado a un punto que como mecanismo de defensa ha generado una toxina que provoca la muerte de quienes la respiran, haciendo que los líderes mundiales se aúnen en una misión para salvaguardar la raza humana, un éxodo masivo en el que miles de naves cargadas de  seres humanos huyan de la Tierra para tratar de sobrevivir en la “Luna de Júpiter”, IO. Nadie queda en la Tierra salvo Sam (Margaret Qualley), una joven científica y el doctor Henry Walden (Danny Huston), quien es defensor de que la vida en la tierra sigue siendo posible, negándose a huir en ese éxodo para seguir trabajando en sus experimentos para dar con la vacuna que haga que los seres humanos sean inmunes a la famosa toxina. Tranquilidad, no hay ningún spoiler, lo prometo!


Esta es la premisa inicial y junto con el tráiler, la película prometía bastante por lo interesante que siempre resulta este tipo de propuestas apocalípticas y porque, además, visualmente siempre es atractivo ver cómo sería la Tierra tras un éxodo masivo en el que tú seas la única persona viva que queda sobre el planeta, ¿qué es lo primero que harías? ¿Cómo sobrevivirías? ¿Cómo llevarías la soledad? Todas estas preguntas dan muchísimo juego y, cuando piensas en ello siempre imaginas que te lo vas a pasar como un crío entrando en cualquier sitio que te apetezca, haciendo el ganso, conduciendo coches de lujo por las calles, “robando” todo lo que te apetezca pues son cosas que ya no tienen dueño, entrando en sitios que antes parecían “prohibidos”, etc… Si hay mutantes tendríamos algo así como Soy Leyenda, una película que es una joya. Si es con zombis y en plan gamberro “Ya que es el fin del mundo, ponme Rock&Roll”, pues tenemos Zombieland… Pero en este caso no hay nada de eso, es una persona en un planeta abandonado en el espacio al más puro estilo Naufrago, otra película que se llevó muchos palos porque “era una película de dos horas y media con Tom Hanks en una  isla desierta hablando con un balón…”. Vamos a ver, seamos coherentes, se llamaba Naufrago, ¿qué esperaban? Y en cierta manera, y salvando las distancias, IO es una película parecida a Náufrago en su propuesta pero bastante inferior aunque es comprensible. Para explicarlo, necesito dar un pequeño rodeo, prometo que seré breve.


En Náufrago, Tom Hanks interpreta a Chuck Noland, un ejecutivo de FedEx que en un vuelo de trabajo su avión atraviesa una fuerte tormenta, teniendo que desviarse de su ruta para, finalmente, acabar hundiéndose en el mar, siendo Chuck arrastrado por la corriente hasta una isla desierta, perdido en medio de la nada. Ese personaje, el de Chuck Noland, era un hombre que venía de la civilización, de tener una vida muy acomodada y sabía que más allá del límite del océano que había frente a esa isla desierta, estaba su vida, su mundo y su familia. Eso, le daba esperanzas al principio para luchar por salir de esa isla hasta que fue pasando el tiempo y sus esfuerzos para ser rescatado fueron evolucionando a esfuerzos para sobrevivir en esa isla, siendo consciente de la realidad en la que vivía.


Para mí, en IO tenemos la situación contrapuesta a Náufrago, pues Sam (Margaret Qualley) vive en la civilización, vive en ese lugar al que Chuck Noland llamaría hogar pero donde ya no queda nadie y las personas que han huido son para mí los verdaderos náufragos, vagando por el espacio en busca de ese nuevo hogar en el que continuar con su existencia. El problema es que Sam es una persona sobria, melancólica, que disfruta con pasajes de la mitología griega hasta que termina por creerse que ella misma es un ser superior con una misión que sólo ella es capaz de llevar a cabo: conseguir que la Tierra vuelva a ser habitable. El gran problema, en resumidas cuentas, es que Sam aprieta demasiado el culo y se pone excesivamente profunda (que no intensa, porque no exterioriza demasiadas emociones salvo en contadas escenas) sin que disfrute de nada de lo que queda en la Tierra, es decir, el espectador, mientras ve la película, tiene la sensación de no saber por qué Sam quiere salvar la Tierra porque no parece que disfrute de nada que queda en ella, ni tampoco parece que quiera recuperar nada ni que tenga apego a nada. Salvando muuuuucho las distancias, creo que David (Michael Fassbender) en Prometheus trasmite más emociones (incluso en Alien Covenant, que veíamos que era más sobrio pues llevaba tiempo viviendo sólo) que esta mujer, y no creo que sea culpa de la actriz, de Margaret Qualley, creo que es culpa del guión y del director que han querido dar demasiada sobriedad a la cinta pensando, erróneamente, que eso la iba a hacer más realista o interesante la propuesta final y han conseguido justo lo contrario, que el espectador diga: “venga niña, sonríe un poco, haz aunque sea un caballito con el quad, yo que sé…”.


Por ejemplo, en Soy leyenda que es una peli que  no tiene nada que ver con IO pero para que entendáis a lo que me refiero, veíamos a Robert Neville (Will Smith) como el personaje estaba totalmente hundido por lo que había ocurrido (el fin del mundo y la pérdida de su familia) pero seguía buscando una cura y, dentro de esa tristeza y rabia que sentía el personaje había tiempo para seguir con la vida, jugar al golf, hacer ejercicio, conducir un buen coche, emocionarse cuando escuchaba a Bob Marley… Eso aquí no lo vemos ni siquiera cuando aparece en el cielo esa cápsula flotando en el aire gracias a un globo de helio en el que llega el personaje de Micah (Anthony Mackie), que al menos tiene un poco más de sangre, es más humano, más emocional sin que eso le haga ser un ser irracional, no sé si me explico.


Sam es una mujer como un robot, un ser perfectamente racional sin que las emociones afecten a su juicio, haciéndola un personaje frío para el espectador que es incapaz de empatizar con ella mientras que su compañero, Micah, consigue ser racional y seguir siendo humano, luchando por sobrevivir como se demostrará en una escena en la que confiesa a Sam cómo perdió a su mujer y por qué ha venido en busca del doctor Walden, convirtiéndose desde su llegada en el personaje (el de Micah) que trate de sacar a Sam de esa rutina en la que poco a poco se va a ir consumiendo hasta que finalmente su vida se apague cuando el aire sea completamente irrespirable (en este sentido, veremos que los mecheros son de vital importancia para determinar la calidad del aire). Es Micah quien entra en escena para “agarrar” del pecho a Sam y tratar de sacarla de esa “isla desierta” en la que ella misma se ha confinado esperando concluir con éxito el proyecto del doctor Walden, aunque en sus adentros sabe que es una misión fracasada, motivo por el que esconde el verdadero paradero del doctor Walden ante su novio y ante Micah.


Por todo ello, IO es una película sobria, con ritmo muy lento, sin que haya grandes emociones, sin escenas de acción pero que, por otro lado, es otra visión a cómo afrontar la vida en “solitario” un mundo post-apocalíptico en el que ya no parece haber lugar para la esperanza. A mi modo de ver, IO tiene un 6 de puntuación porque, a pesar de todo lo dicho anteriormente, me parece que su propuesta es muy interesante, me resulta muy atractiva visualmente pues esa sobriedad (del planeta, de los escenarios, no de los personajes) encaja muy bien en esta situación de un mundo post-apocalíptico. También me ha gustado mucho el personaje de Micah (Anthony Mackie) que me demuestra una vez más que hay vida después de Vengadores, como me paso con Jeremy Renner en Wind River.


Lo dicho, película de 96 minutos que es interesante, que tenía muchas posibilidades pero han querido ponerse muy profundos, apretar demasiado el culo y al final acaban consiguiendo que de tanto apretar, el espectador quede con agujetas y cansado. Una pena y sobre todo el final que me parece super cruel e irresponsable al anteponer los deseos personales y el ego (por querer demostrar que tenías razón) de Sam a costa del “cruel” destino que eso deparará para cierto personaje, haciendo que el espectador diga… ¿pero para qué has hecho eso? ¿cómo pretendes darle “continuidad” en el tiempo a ese personaje?


Espero que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y sugerencias.

Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito.