Whola Lawrenian@s!!!
Hoy traigo al blog una película
que nace de un misterio real que surgió cuando el 26 de diciembre de 1900 un
farero llamado Moore se acercaba en
barco a las islas Flannan para
reincorporarse al servicio de mantenimiento del faro y así dar relevo a alguno
de sus tres compañeros después de unas semanas de descanso y cuál fue su sorpresa
al llegar a la isla y ver que nadie salía a recibirle. Subió corriendo las
escaleras que llevaban desde el atracadero a las instalaciones del Faro y lo
que encontró fue todavía más inquietante: la puerta de las instalaciones estaba
abierta y, en la cocina, aún estaban los platos con comida sin terminar y una
silla volcada en el suelo, como si alguien hubiera salido con prisa. No había
signos de violencia, sólo quedaba la comida en los platos, un chubasquero
colgado en un perchero y muchas preguntas sin respuesta.
Nunca se volvió a saber de los
tres hombres y la imaginación de quien conocía la historia empezó a volar
buscando diferentes explicaciones: algunos hablaban de que en medio de una
tormenta los tres hombres trataron de asegurar el cabrestante con el que subían
la mercancía de los barcos y una ola se los llevó, que uno de esos hombres era
alcohólico y arrojó a sus compañeros al mar durante una borrachera y, los
amantes del misterio, hablaban de que la isla estaba embrujada… Tranquil@s, no he hecho ningún spoiler.
El director de la película, Kristoffer Nyholm, da el salto a la
gran pantalla con este thriller psicológico en el que todas las conjeturas
misteriosas sobre lo ocurrido se dejan a un lado para proponer al espectador de
manera plausible lo que pudo pasar en esa remota isla en medio del Océano Atlántico.
Esto es algo que a mí particularmente me agradó bastante pues no soy muy fan
del misterio y siempre me es más fácil entrar en una película que trate de
explicarme ciertas lagunas de la Historia de manera racional que de forma
misteriosa en plan brujas, fantasmas o islas malditas… pero ya digo, esto es
algo muy personal. Es cierto que la película, en dos momentos concretos, deja
abierta la puerta a que quizás pueda haber algo más a nivel misterio con todo
el tema del mercurio.
La película está protagonizada
por Thomas Marshall (Peter Mullan), James Ducat (Gerald Butler,
que además hace de productor) y Donald
McArthur (Connor Swindells),
quienes tendrán que convivir durante seis semanas en la isla de Flannan trabajando como fareros, realizando labores de
mantenimiento tanto del propio faro como de sus instalaciones. El líder del grupo
es Thomas, un veterano curtido en el
mar que tiene nada menos que 25 años de experiencia de farero, el cerebro del
equipo, una de esas personas que con su sola presencia tiene una solemnidad que
hace que sus hombres lo respeten y lo sigan, recordándome en varias ocasiones
al capitán del Titanic (Edward Smith), ese hombre que con su
sola presencia infundía confianza y seguridad en sus tripulación como diciendo:
Si yo estoy al mando nada puede salir mal
(si ya sé, que el Titanic no duró mucho…). Este tipo de personajes son como
un faro en mitad de la tempestad que guían a los barcos hasta la orilla (que
bien hilado con el tema que estamos tratando, verdad? Jaja).
El personaje que interpreta Gerald Butler (James Ducat) es el músculo del equipo, un hombre trabajador y
honrado que debe dejar a su familia en tierra para ir a buscarse las
habichuelas en ese lugar inhóspito durante 6 semanas que es lo que va a durar
su estancia en la isla, y que desde el primer momento vemos que tiene una relación
de respeto y camaradería con Thomas,
la cual hace que el espectador entienda perfectamente que estos hombres llevan
bastante tiempo juntos, que cada uno conoce el pasado del otro y que se han
convertido casi en familia, llegando a ser James
la mano derecha de Thomas y en
el miembro más valioso del equipo como en una ocasión el propio Thomas nos lo hace saber ante una
situación que entraña cierto riesgo y tiene que elegir quién se tiene que
manchar las manos, quien debe asumir el riesgo.
Y llegamos por fin a Donald McArthur (Connor Swindells), un joven que se apunta a última hora a esta
aventura pues también necesita el dinero y no tiene nada que lo ate en tierra.
Es un chiquillo travieso ya que durante toda la primera mitad de la película le
veremos en bastantes escenas cómplices con James,
jugando con él como si fuera un niño jugando con otro niño, corriendo por la
isla, haciéndole “putaditas”… Vamos, como un hermano pequeño de James que busca divertirse con su
hermano mayor. A su vez, James lo “tutela”
enseñándole el oficio de farero limpiando las vidrieras, manteniendo la sirena
de niebla, recogiendo el mercurio cuando se desparrama por el suelo y
explicándole porqué ese elemento es tan peligroso… Sin embargo, la relación
entre Donald y Thomas es bastante más fría, distante, debido a que Thomas lo ve como un joven que no encaja
en esa vida de “hombres duros, curtidos”,
cuyo desconocimiento del trabajo hace que no aporte demasiado en ese equipo más
allá de barrer/fregar el suelo y, a parte, que el chiquillo sea bastante “boca-chancla”
no ayuda demasiado, haciéndole en bastantes ocasiones impertinente. Sin
embargo, entre ambos personajes hay una de las mejores escenas de la película
en la que Thomas le cuenta una
anécdota de piratas mientras, de manera visual, utiliza la anécdota para
explicarle a Donald cómo abrir un
cangrejo para comérselo.
Según van pasando los días vamos
viendo cómo las rutinas y la disciplina hacen posible que estos tres hombres mantengan
la cabeza ocupada sin pensar demasiado que están atrapados en una isla durante
6 semanas hasta que venga el siguiente reemplazo. Todo va según lo previsto
hasta que un día, después de una fuerte tormenta que ha azotado la isla durante
toda la noche, Donald encuentra en
una de las orillas de un acantilado, el cuerpo de un marinero junto a un baúl
de madera y su barca completamente destrozada contra las rocas. Deciden bajar a
comprobar si el hombre sigue vivo y así asistirle y, de paso, coger el baúl
para ver si hay algo que les pueda ser de utilidad. A partir de aquí la
historia se precipita de manera inexorable a la vez que aparecen los primeros
conflictos entre sus protagonistas que empiezan a ser conscientes de las
implicaciones que tienen ciertos actos que han realizado desde la fatídica
tormenta.
Es impresionante como el director
de la cinta consigue meter al espectador dentro de esa isla, de sentir en
algunos momentos la brisa sobre la cara con ese olor a salitre tan
característico que tiene el mar e igual de increíble es el trabajo de Jorgen Johansson, el director de
fotografía, que hace palpable la belleza de esa isla tranquila a la vez que
consigue trasmitir lo inhóspito que es ese sitio, la fiereza del mar y de que a
pesar de estar “cerca” de la civilización, si no tienes una embarcación es como
estar en medio del desierto. Si a esto le sumas que estamos en 1900 y que la
radio que tienen no funciona, es prácticamente como estar en la Luna.
Como es lógico, la película tiene
un ritmo pausado pues tenemos a tres hombres en una isla en medio del océano
durante casi la totalidad de la duración del film, 107 minutos. Con esto quiero
decir que no venga nadie diciendo: “la
película es lenta!”, porque entonces eso significa que no sabe qué película
ha ido a ver. Si la película fuera lenta se haría cuesta arriba y sería
tremendamente aburrida (soporífera) y este no es el caso. No dejan de pasar
cosas durante todo su metraje, desde la presentación de los personajes a los
que iremos poco conociendo (tanto a ellos como a su pasado), veremos cómo era
la vida de un farero a principios del siglo XX, sabremos por qué era tan
peligroso el mercurio que se utilizaba para hacer girar la luz del faro, nos
mostrarán como pasaban el tiempo muerto estos hombres que recuerda en muchos
momentos a la vida en un barco (concretamente a la película Master & Commander, una película
muy denostada y era una maravilla)… Iremos viendo como tanto Thomas como Donald tienen una mochila cargada de piedras que representa su
pasado y que eso hace en gran medida que sean como son, están marcados por su
pasado.
El casting de actores de esta
película es sensacional, empezando por Peter
Mullan (Thomas) que ves en su
cara, en sus arrugas… la experiencia al manda, siendo un auténtico líder para
sus hombres, un guía que les marca el camino correcto que deben seguir y cuando
tanto James como Donald lo desobedecen es precisamente
cuando empiezan a torcerse las cosas. La interpretación de Gerald Butler es de las mejores suyas sin duda, pues empieza siendo
el más fuerte de todos sus compañeros y, sin embargo, vemos como a medida que
pasa la película los acontecimientos van haciendo mella en él hasta que
finalmente se rompe mentalmente por un suceso que lo marcará de por vida.
Y la gran sorpresa de la
película, Connor Swindells, un ex-boxeador
que sorprende delante de la cámara al jugar con diferentes registros en esta
película, empezando siendo una cara bonita, un chiquillo travieso e inexperto
que parece que no va a aguantar ni dos días en esa isla y, sin embargo, vemos
como va aprendiendo a encajar los golpes que los acontecimientos tienen
preparados para él y pasar de un segundo plano hasta hacerse casi con todo el
protagonismo de la película hacia el final de la misma, dotando a Donald, su
personaje, de momentos sensibles, dramáticos, momentos de ternura cuando sus
dos compañeros son duros con él pero luego meditan y se dan cuenta de que sólo
es un crío… Lo dicho, una grata sorpresa.
En resumen, es una película muy
recomendable para todos los públicos siempre y cuando sepáis lo que vais a ver:
un thriller psicológico de ritmo pausado (tres hombres en una isla…) en el que
toda la carga de misterio que ha circulado a lo largo de los años alrededor de
esta historia (El misterio de la isla de
Flannan) la dejan a un lado para proponernos una versión alternativa, más
propia del cine de aventuras si lo prefieren, en lo que el propio director ha
reconocido que pueden reconocerse en buena medida situaciones de El tesoro de
Sierra Madre, lo cual no es nada disparatado después de haber visto la
película.
Espero
que os haya gustado esta crítica y que me dejéis vuestros comentarios y
sugerencias.
Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está
escrito.