Permitidme que me tome la
licencia de usar esta frase de Star Wars
para empezar de manera divertida este artículo que tiene como objetivo poner en
valor una forma de distribuir películas que en su época fue una auténtica
revolución y, sobre todo, una forma asequible de que el público visionara
películas que no habían podido ver en el cine o títulos que salían directamente
para el mercado doméstico o por el placer de revisionarlas en un momento en el
que no existía internet ni streaming.
Estos locales, los videoclubs,
eran un autentico paraíso para los amantes del cine y, a día de hoy, los pocos
que quedan en nuestro país, tratan de sobrevivir a duras penas en un momento en
el que internet lo devora absolutamente todo. Os invito a acompañarme en este
viaje que recorrerá los orígenes de los videoclubs, sus mejores momentos y su
declive.
Antes de nada, necesito que
cerréis los ojos y mentalmente os imaginéis a vosotros mismos viviendo en un
mundo sin streaming, sin móviles, sin internet, sin películas en formato
doméstico y sin reproductores de video. Muchos pensarán que este sería un mundo
primitivo pero de esto hace apenas 43 años y en ese momento las películas sólo
se podían ver en los cines o en la televisión. En España por aquel entonces
sólo existían dos canales: La 1 y La 2.
En 1976 la empresa JVC
desarrolló el sistema VHS cuyos reproductores tenían un precio que rondaban los
1000 dólares de la época, lo que hacía que sólo las personas con un alto nivel
adquisitivo pudieran tener uno en casa. El precio de las películas VHS tampoco
se quedaba atrás, 50 dólares costaba cada una.
Así es como un californiano
llamado George Adkinson se dio
cuenta en 1977 de que el excesivo precio de las cintas reducía drásticamente su
mercado. A día de hoy está totalmente normalizado el comprar películas pero en
aquella época, Adkinson pensó que
nadie compraría una película para “ver
una y otra vez a Burt Reynolds”, algo que sí pasaba con los discos de
música que se escuchaban varias veces. Decidió entonces montar un negocio en el
que compró 50 películas de Fox para
luego alquilarlas, lo que les permitía amortizar el precio de las cintas
aumentando el número de clientes potenciales. Es decir, si una cinta cuesta 50
dólares y se la vendo a una persona, ganas menos dinero que si la alquilo por 5
dólares a 50 personas, obteniendo 250 dólares… y la cinta sigue siendo de tu
propiedad para seguir alquilándola.
De esta manera nació el primer
videoclub de la historia, el cual se llamó Video
Station y fue un rotundo éxito logrando tener más de 600 franquicias en
EE.UU.
Como siempre pasa, lo que
ocurre al otro lado del charco tarda en llegar a España y no fue hasta tres
años después (1980) cuando llegó el primer videoclub a nuestro país en un
momento en el que aún pocas familias tenían reproductor VHS en sus casas. Ya en
la década de los 90 era habitual que en la mayoría de casas hubiera un video
por lo que empezó en este momento el boom de los videoclubs.
En aquella época, alquilar una
película era, para un joven, una de sus primeras responsabilidades ya que tenía
que hacerse socio del videoclub y, para ello, debía ir con su DNI y llevar un
recibo de luz, gas, agua… para que el dueño del establecimiento pudiera
verificar que eras de fiar pues si no devolvías a tiempo alguna película,
aquello conllevaría una multa que podía llegar a hacerte bastante daño en el
bolsillo. No hablemos ya si no devolvías la cinta o estaba en mal estado, lo
que provocaba que el videoclub no pudiera seguir alquilándola.
Firmado ese “contrato” con el
videoclub (que en muchos casos iba acompañado del pago en una cuota de socio),
te hacían entrega de un carné plastificado que te daba acceso al inmenso
catálogo de películas que iban desde estrenos recientes que ya no estaban en
cartelera a películas de serie B o incluso te daba acceso a la zona para
adultos que solía estar en una zona apartada con una cortinilla y que, por
supuesto, nadie entraba a curiosear, guiño, guiño.
Y claro, en este momento en el
que los videoclubs empiezan a hacer sombra a los cines, es cuando llega Blockbuster, la multinacional americana
de videoclubs más grande del mundo, fundada en Texas en 1985 y que en 1992
llegó a España, abriendo cientos de tiendas en pocos meses por todo el país y
consiguiendo los mejores y más grandes locales, los cuales podían medir varios
cientos de m2 y estaban repletos de títulos con los mejores estrenos.
Mientras tenía lugar esta lucha
de gigantes dentro del sector, los tiempos cambiaban y el formato VHS daba paso
al DVD y, a su vez, el alquiler de películas recogía también otras fuentes de ingresos
como era el alquiler de videojuegos (Super
Nintendo, Megadrive, Nintendo 64 o PlayStation)
e incluso las propias videoconsolas (esto ya era menos habitual fuera de Madrid
o Barcelona). Y claro, ¿qué hacías
mientras veías las películas que habías alquilado? Pues comer palomitas,
snacks, bebías algún refresco… y así fue como también empezaron a vender este
tipo de productos. Es por esto que muchas familias e incluso parejas o amigos
se iban el fin de semana al videoclub y salían con entretenimiento para el fin
de semana, siendo un planazo para mucha gente.
Era tal el arraigo que estos establecimientos
tenían en nuestro país que ni siquiera la llegada de nuevos canales de
televisión a finales de los 90 (como Antena
3 o Telecinco) ni tampoco Canal+, que al ser una canal de pago
ofrecía mayores posibilidades de entretenimiento con estrenos potentes,
pudieron parar el éxito de los videoclubs aunque no quedaba demasiado tiempo
para que las piezas de dominó empezasen a estar en fila…
Y así llegamos al año 2000, un
año en el que la mayoría de familias ya empezaban a tener ordenadores en casa
con grabadora de CDs y DVDs, provocando que las copias piratas llenasen las
calles de las ciudades españolas en lo que tristemente se conoció como el “Top Manta”. Esto afectó tanto a la
música como a las películas, las cuales tenían una calidad pésima pero que,
poco a poco, fue mejorando con los años ganando cada vez más público, el cual
aceptaba la baja calidad del producto a cambio de ahorrarse unos euros en
comparación con el precio de una entrada de cine.
Siempre se ha hablado de “la pillería de los españoles” y cuando
llegó internet a nuestros hogares con las famosas tarifas planas que permitían
descargar megas ilimitados a una velocidad bastante decente para la época,
rápidamente surgieron programas de descarga de todo tipo de contenidos
conocidos como P2P. Algunos como Kazaa,
Emule, eDonkey o Ares, son de
sobra conocidos por todos nosotros, los cuales ponían al alcance de la mano
millones de contenidos gratuitos, muchas veces de pésima calidad, pero que
provocaron que mucha gente se preguntase: ¿Para
qué voy a vestirme, bajar a la calle, ir al videoclub y pagar para alquilar una
película si dando a una tecla me descargo esa misma película desde mi habitación
de manera gratuita sin que me cueste ningún esfuerzo?
Contra esa competencia luchaban
los videoclubs y aguantaron la primera embestida pero las fichas de dominó ya
estaban puestas en fila, eran los videoclubs y la primera ficha ya empezaba a
tambalearse…
Fue con la mejora de la
velocidad de internet y con la llegada de BitTorrent
y Megaupload que esa primera ficha de
dominó terminó cayendo, provocando un efecto en cadena y que terminó con el
cierre de la mayoría de videoclubs, siendo en 2006 cuando Blockbuster echó el cierre en todas sus tiendas en España y cuatro
años después declarándose en quiebra.
A día de hoy, tan sólo queda
abierta una tienda de esta compañía en la ciudad de Bend, en el estado de
Oregon (Estados Unidos), en la que la supervivencia de este videoclub se debe a
que es una ciudad de paso para muchos turistas que hacen escala en la ciudad y,
además, como bien sabemos, las regiones en América son muy extensas y en esta
ocasión, eso favorece a este comercio pues hay muchos pueblos aledaños a Bend
que no tienen acceso a internet de alta velocidad, impidiendo que sus
ciudadanos puedan disfrutar de plataformas de contenidos de Streaming.
Hoy en día, estas plataformas
vienen a dar un servicio muy parecido al que daban en su día los videoclubs:
pagar una cuota mensual a cambio de tener acceso ilimitado a todo su contenido:
cine y series. Por supuesto, hablamos de plataformas completamente legales como
Netflix, HBO, Amazon Prime, Movistar+…
Los tiempos cambian y la
sociedad cambia con ellos, nada podemos hacer para evitarlo, sólo adaptarnos.
Espero que los pocos videoclubs que quedan en pié sean capaces de aguantar este
último asalto, de nosotr@s depende.
Espero que os haya gustado este artículo.
Un abrazo Lawrenian@s y, recordad, Nada está escrito
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